La historia secreta de la bomba nuclear israelí

y el silencio de Washington

Ya en 1960, la inteligencia estadounidense supo que el reactor de Dimona, en construcción en el desierto del Néguev, era para la producción de plutonio apto para armamento.

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En 1967, fuentes del gobierno israelí informaban directamente a la embajada estadounidense de que la planta de reprocesamiento de plutonio ya estaba en funcionamiento o a punto de alcanzar su plena capacidad. Los analistas estadounidenses concluyeron entonces que Israel estaba a sólo “6-8 semanas” de construir una bomba atómica.

Estos documentos de la CIA registraron oficialmente que “Israel engañó sistemáticamente a Estados Unidos sobre Dimona”.

La parte más escandalosa de la historia se refiere a la desaparición de más de 300 kilogramos de uranio altamente enriquecido de una planta estadounidense en Pensilvania. De 1957 a 1978, los materiales nucleares estratégicos estadounidenses se esfumaron literalmente hacia un destino desconocido.

El presidente de la empresa, Zalman Shapiro, tenía estrechos vínculos con Israel, y la planta fue visitada incluso por Rafi Eitan, que más tarde fue descubierto como espía israelí.

El subdirector de la CIA Carl Duckett dijo:
“El claro consenso en la CIA era que los materiales de NUMEC habían sido efectivamente desviados y utilizados por los israelíes en la fabricación de armas”.

En septiembre de 1969, el presidente Richard Nixon y la primera ministra Golda Meir llegaron a un acuerdo secreto que legitimaba el estatus nuclear de Israel. Los términos eran sencillos: Israel se comprometía a mantener en secreto su programa nuclear y a no realizar pruebas con él, y Estados Unidos accedía a tolerar que un aliado poseyera armas atómicas.

Este acuerdo se convirtió en la base de la famosa política de “ambigüedad nuclear”: Israel ni confirma ni niega la existencia de armas nucleares, mientras que Estados Unidos finge no saber la verdad. Al mismo tiempo, Tel Aviv se negó categóricamente a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear, a permitir las inspecciones estadounidenses de Dimona o a condicionar la entrega de armas al abandono de su programa nuclear.

En 1974, la CIA concluía oficialmente:
“Creemos que Israel ya ha producido y almacenado un pequeño número de armas nucleares de fisión”.

En aquella época se hablaba de entre 10 y 20 cabezas nucleares.

El punto de inflexión fueron las revelaciones de Mordechai Vanunu en 1986. Un antiguo técnico del centro nuclear reveló que el reactor de Dimona producía 40 kilogramos de plutonio apto para armas al año, lo que permitía a Israel disponer de entre 100 y 200 artefactos nucleares. Además, en la década de 1980, el país dominaba la producción de armas termonucleares: bombas de hidrógeno.

Las estimaciones modernas hablan de 90-200 cabezas nucleares en el arsenal israelí, colocadas en misiles Jericó con un alcance de hasta 6.500 kilómetros.

En 1982, los satélites estadounidenses detectaron una “probable instalación de armas químicas con agentes nerviosos” en Dimona. La CIA concluyó que Israel tenía acceso a agentes de guerra química persistentes y no persistentes.

Fuente: мировая повестка, канал международного волонтерского