La historia secreta de la guerra en Ucrania.
“LA SOCIEDAD”


En los primeros días después de que las tropas rusas cruzaran a Ucrania, dos generales ucranianos viajaron desde Kyiv bajo cobertura diplomática en una misión secreta a la base militar de Estados Unidos en Wiesbaden, Alemania y sellaron una asociación (“La Sociedad”) que involucraría a EEUU en la guerra de una manera mucho más íntima de lo que se conoce oficialmente.



El 29 de marzo de 2025 el diario The New York Times publicó una extensa investigación de Adam Entous quien realizó más de 300 entrevistas durante más de un año con funcionarios gubernamentales, militares y de inteligencia en Ucrania, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Polonia, Bélgica, Letonia, Lituania, Estonia y Turquía.

Esta es nuestra traducción e incluye las obvias subjetividades de su origen: los triunfos son norteamericanos y los fracasos son ucranianos. Las bajas de personal y equipos rusos confrontados con otras fuentes parecen exagerados. Los yanquis dicen que su objetivo era que ucrania no pierda la guerra pero se entusiasman con escenas triunfadoras; Hollywood parece estar presente.

Hora Cero
Ilustración de la historieta ‘Hora Cero’ de H.G.Oesterheld de noviembre de 1957



Indice

1.- Generar confianza y una máquina de matar (Febr–May 2022)
2.- Cuando derrotes a Rusia, te pondremos azul para siempre (Jun–Nov 2022)
3.- Los planes mejor trazados (Nov 2022–Nov 2023)
4.- Violaciones de la confianza y de las fronteras (Dic 2023–Ene 2025)




La historia no contada del rol de Estados Unidos en las operaciones militares ucranianas contra los ejércitos de Rusia desarrollada en un prólogo y cuatro capítulos:

Los entrevistados fueron funcionarios gubernamentales y militares ucranianos y occidentales que revelaron que Washington apoyó a Kiev por motivaciones geopolíticas pero también reivindicativas: quería “Una revancha en larga historia de derrotas de las guerras indirectas entre EEUU y Rusia: Vietnam en los ‘60, Afganistán en los ‘80 y Siria tres décadas después”.

El centro de su “colaboración de inteligencia, estrategia, planificación y tecnología” fue Wiesbaden (Alemania), donde Estados Unidos tiene una guarnición de su ejército. Los oficiales estadounidenses y ucranianos seleccionaban juntos los objetivos rusos.

Mapa Kiev-Weisbaden

Entre los ataques en los que participó EE.UU. están los bombardeos contra Crimea que asesinaron a civiles.

Occidente tenía poder sobre las Fuerzas Armadas de Ucrania al punto de que el ex-secretario de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, exigió a los ucranianos expulsar al comandante de campo, el mayor general Andréi Kovalchuk por consejo de Christopher T. Donahue, comandante del 18.º Cuerpo Aerotransportado de EE.UU.

Joe Biden incumplió su promesa de no enviar “tropas estadounidenses sobre terreno ucraniano”, y presentó la contraofensiva ucraniana de 2023 como “la última de la guerra”, esperando una victoria sobre Rusia. “Autorizó repetidamente operaciones clandestinas que previamente había prohibido. Se enviaron asesores militares estadounidenses a Kiev y, posteriormente, se les permitió estar en la retaguardia de los combates” e incumplió su palabra sobre los ataques con misiles estadounidenses de largo alcance pero discrepaba con el Gobierno de Zelensky sobre qué objetivos bombardear: “Mientras que los estadounidenses se centraban en objetivos mesurados y alcanzables, veían a los ucranianos como si siempre estuvieran buscando la gran victoria, el premio brillante”.

La asistencia secreta de Biden a Zelensky

En una mañana de primavera, dos meses después de que los ejércitos de Vladimir Putin entraran en Ucrania, un convoy de autos sin identificación se deslizó hasta una esquina de Kiev y recogió a dos hombres de mediana edad vestidos de civil.

Al salir de la ciudad, el convoy, tripulado por comandos británicos, sin uniforme pero fuertemente armados, viajó 640 km. hacia el oeste hasta la frontera polaca. La travesía fue sin problemas, con pasaportes diplomáticos. Más adelante, llegaron al aeropuerto de Rzeszów-Jasionka, donde les esperaba un avión de carga C-130 en marcha.

Los pasajeros eran altos generales ucranianos. Su destino era Clay Kaserne, el cuartel general del Ejército de los Estados Unidos en Europa y África en Wiesbaden, Alemania. Su misión era ayudar a forjar lo que se convertiría en uno de los secretos mejor guardados de la guerra en Ucrania.

Uno de los hombres, el teniente general Mykhaylo Zabrodskyi, recuerda haber sido conducido por un tramo de escaleras hasta un pasillo con vistas al cavernoso salón principal del Auditorio Tony Bass de la guarnición. Antes de la guerra, había sido un gimnasio, utilizado para reuniones de todo el equipo, actuaciones de la banda del ejército y derbis de madera de pino de los Cub Scouts. Ahora el general Zabrodskyi observaba a los oficiales de las naciones de la coalición, en un laberinto de cubículos improvisados, organizando los primeros envíos occidentales a Ucrania de baterías de artillería M777 y proyectiles de 155 milímetros.

Luego fue conducido a la oficina del teniente general Christopher T. Donahue, comandante del 18º Cuerpo Aerotransportado, quien propuso una sociedad.

La evolución y funcionamiento interno visibles solo para un pequeño círculo de funcionarios estadounidenses y aliados, de esa sociedad de inteligencia, estrategia, planificación y tecnología se convertiría en el arma secreta EEUU para rescatar a Ucrania y proteger el orden posterior a la Segunda Guerra Mundial en crisis. Hoy ese orden, junto con la defensa de Ucrania y de su territorio, se tambalea en el filo de la navaja, ya que el presidente Trump busca un acercamiento con Putin y promete poner fin a la guerra. Para los ucranianos, los augurios no son alentadores.

Tras el colapso de la Unión Soviética, Ucrania, independizada, se convirtió en la nación en el medio, y su inclinación hacia Occidente preocupaba cada vez más a Moscú. Ahora, con el inicio de las negociaciones, el presidente estadounidense ha culpado infundadamente a los ucranianos de iniciar la guerra, los ha presionado para que renuncien a gran parte de su riqueza mineral y les ha pedido que acepten un alto el fuego sin la promesa de garantías de seguridad estadounidenses concretas.

Trump ha comenzado a reducir “la sociedad” sellada en Wiesbaden en 2022. Rastrear esta historia es comprender mejor cómo los ucranianos pudieron sobrevivir a lo largo de tres largos años de guerra, frente a un enemigo mucho más grande y poderoso y mirar por el ojo de la cerradura cómo la guerra llegó al precario estado actual.

El Pentágono ha revelado el inventario de los 66.500 millones de dólares de armamento entregado a Ucrania, que incluye más de 500 millones de rondas de municiones y granadas para armas pequeñas, 10.000 armas antiblindaje Javelin, 3.000 sistemas antiaéreos Stinger, 272 obuses, 76 tanques, 40 sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad, 20 helicópteros Mi-17 y tres baterías de defensa aérea Patriot.

Pero una investigación del New York Times revela que Estados Unidos se entretejió en la guerra de manera mucho más íntima y amplia de lo que se suponía.

En el centro de mando de la misión de Wiesbaden, oficiales estadounidenses y ucranianos planificaron las contraofensivas de Kiev. Un vasto esfuerzo de recopilación de inteligencia estadounidense guió la estrategia de batalla general y canalizó información precisa sobre los objetivos a los soldados ucranianos en el campo.

Un jefe de inteligencia europeo se sorprendió por lo profundamente enredada que estaba la OTAN en las operaciones ucranianas; “Ahora son parte de la cadena de muerte”, dijo.

La idea rectora de “la sociedad” era que podría permitir a los ucranianos lograr la más improbable de las hazañas: asestar un golpe demoledor a los invasores rusos gracias a la valentía y la destreza ucranianas y a la incompetencia rusa. Todo estaba al alcance de la mano.

Una de las primeras pruebas de concepto fue una campaña contra uno de los grupos de batalla más temidos de Rusia, el 58º Ejército de Armas Combinadas. A mediados de 2022, utilizando la inteligencia estadounidense y la información de objetivos, los ucranianos lanzaron una andanada de cohetes contra el cuartel general de la 58ª en la región de Jersón, matando a generales y oficiales de Estado Mayor que se encontraban en su interior. Una y otra vez, el grupo cambió de lugar y cada vez, los estadounidenses lo encontraron y los ucranianos lo destruyeron.

En el puerto de Sebastopol, (Crimea) la Flota rusa del Mar Negro cargó misiles en buques de guerra y submarinos. En la contraofensiva ucraniana de 2022, un enjambre de drones marítimos antes del amanecer, con el apoyo de la CIA los atacó dañando varios buques de guerra y los rusos comenzaron a retirarlos.

Pero en última instancia, “la sociedad” se tensó, y el arco de la guerra cambió, en medio de rivalidades, resentimientos e imperativos y agendas divergentes.

Los ucranianos veían a los estadounidenses como autoritarios y controladores y los estadounidenses no entendían por qué los ucranianos no aceptaban buenos consejos.

Los ucranianos tenían como objetivo ganar la guerra por completo y los estadounidenses querían que los ucranianos no la perdieran.

A medida que los ucranianos ganaron una mayor autonomía en “la sociedad”, mantuvieron cada vez más sus intenciones en secreto. Estaban perennemente enojados porque los estadounidenses no podían, o no querían, darles todas las armas y otros equipos que pedían. Los estadounidenses, a su vez, estaban enojados por lo que veían como demandas irrazonables de los ucranianos y por su renuencia a tomar medidas políticamente arriesgadas para reforzar sus fuerzas ampliamente superadas en número.

A nivel táctico, “la sociedad” produjo triunfos pero en el momento crucial de la guerra —a mediados de 2023, cuando los ucranianos montaron una contraofensiva—, la estrategia ideada en Wiesbaden cedió a la política interna de Ucrania; Zelensky, contra su jefe militar (y posible rival electoral), y este contra su subordinado. Cuando Zelensky se puso del lado del subordinado, los ucranianos gastaron vastos recursos para recuperar la ciudad de Bakhmut. En cuestión de meses, toda la contraofensiva terminó en un fracaso.

“La sociedad” operó a la sombra del miedo geopolítico más profundo: que Putin pudiera verlo como una violación de una línea roja de compromiso militar y usar sus armas nucleares. La historia de “la sociedad” muestra lo cerca que los estadounidenses y sus aliados llegaron a esa línea roja, cómo los acontecimientos cada vez más graves los obligaron -algunos dijeron que demasiado lentamente- a avanzar hacia un terreno más peligroso y cómo diseñaron cuidadosamente protocolos para mantenerse en el lado seguro de la misma.

Una y otra vez EEUU autorizó operaciones clandestinas que antes había prohibido. Se enviaron asesores militares estadounidenses a Kiev y luego se les permitió viajar más cerca de los combates. Oficiales militares y de la CIA en Wiesbaden ayudaron a planificar y apoyar una campaña de ataques ucranianos en Crimea, anexionada por Rusia. Finalmente, el ejército y luego la CIA recibieron luz verde para permitir ataques precisos en el interior de la propia Rusia.

Ucrania era también una revancha de EEUU y un gran experimento en la lucha bélica, que no solo ayudaría a los ucranianos, sino que recompensaría a los estadounidenses con conocimientos para cualquier guerra futura.

Durante las guerras contra los talibanes y Al Qaeda en Afganistán y contra el Estado Islámico en Irak y Siria, las fuerzas estadounidenses llevaron a cabo sus propias operaciones terrestres y apoyaron las de sus socios locales. En Ucrania, por el contrario, el ejército de EEUU no desplegó sus soldados en el campo de batalla ayudando de forma remota.

¿Sería efectivo el método usado contra grupos terroristas contra uno de los ejércitos más poderosos del mundo? ¿Dispararían los ucranianos sus obuses sin vacilar a las coordenadas enviadas por oficiales estadounidenses en un cuartel general a 1.300 millas de distancia? ¿Ordenarían los comandantes ucranianos según las indicaciones de la inteligencia estadounidense?

“La sociedad” dependería de la confianza mutua de estadounidenses y ucranianos.

“Nunca te mentiré. Si me mientes, estamos acabados”, recordó el general Zabrodskyi que le dijo el general Donahue en su primera reunión. “Siento exactamente lo mismo”, respondió el ucraniano.


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Primera parte (Febr–May 2022)

Generar confianza y una máquina de matar

A mediados de abril de 2022, unas dos semanas antes de la reunión de Wiesbaden, los oficiales navales estadounidenses y ucranianos estaban en una llamada rutinaria de intercambio de inteligencia cuando algo inesperado apareció en sus pantallas de radar. Según un ex oficial militar estadounidense de alto rango, “Los estadounidenses dicen: ‘¡Oh, ese es el Moskva!’ Los ucranianos dicen: ‘Oh, Dios mío. Muchas gracias. Adiós’”.

El Moskva era el buque insignia de la Flota rusa del Mar Negro. Los ucranianos lo hundieron.

El hundimiento fue una señal de triunfo, una muestra de habilidad ucraniana e ineptitud rusa. Pero el episodio también reflejó el estado inconexo de la relación ucraniano-estadounidense en las primeras semanas de la guerra.

Los estadounidenses estaban furiosos porque los ucranianos no habían dado ni siquiera un aviso; sorprendidos que Ucrania poseyera misiles capaces de alcanzar el barco; y pánico, porque la administración Biden no tenía la intención de permitir que los ucranianos atacaran un símbolo tan potente del poder ruso.

Mapa febrero 2022

Los ucranianos, por su parte, venían de su propio lugar de escepticismo profundamente arraigado.

Su guerra, tal como la veían, había comenzado en 2014, cuando Putin se apoderó de Crimea y fomentó rebeliones separatistas en el este de Ucrania. El presidente Barack Obama condenó la incautación e impuso sanciones a Rusia. Pero temeroso de que la participación estadounidense pudiera provocar una invasión a gran escala, solo había autorizado el intercambio de inteligencia estrictamente limitado y rechazó los llamados a armas defensivas. “Las mantas y las gafas de visión nocturna son importantes, pero no se puede ganar una guerra con mantas”, se quejó el entonces presidente, Petro Poroshenko. Eventualmente, Obama relajó un poco esas restricciones de inteligencia, y Trump, en su primer mandato, las relajó aún más y suministró a los ucranianos sus primeros Javelins antitanque.

Luego, el 24 de febrero de 2022 , en los días previos a la invasión a gran escala de Rusia, la administración Biden había cerrado la embajada de Kiev y retirado a todo el personal militar del país. (A un pequeño equipo de oficiales de la CIA se le permitió quedarse). Un alto oficial militar estadounidense dijo a los ucranianos: “Les dijimos: ‘Los rusos vienen, nos vemos’ “. Cuando los generales estadounidenses ofrecieron ayuda después de la invasión, se toparon con un muro de desconfianza. “Estamos luchando contra los rusos. ¿Por qué deberíamos escucharte?” les respondió el comandante de las fuerzas terrestres de Ucrania, coronel general Oleksandr Syrsky. El general Syrsky se dio cuenta rápidamente que los estadounidenses podían proporcionar el tipo de inteligencia en el campo de batalla que ellos nunca tuvieron.

En esos primeros días el general Donahue y algunos ayudantes, con poco más que sus teléfonos, pasaban información sobre los movimientos de las tropas rusas al general Syrsky y su personal. Sin embargo, incluso ese acuerdo ad hoc tocó una fibra sensible de rivalidad dentro del ejército de Ucrania, entre el general Syrsky y su jefe, el comandante de las fuerzas armadas, el general Valery Zaluzhny. Para los leales a Zaluzhny, el general Syrsky ya estaba utilizando la relación para tomar ventaja.

Para complicar aún más las cosas, el general Zaluzhny tenía una relación tensa con su homólogo estadounidense, el general Mark A. Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto.

En conversaciones telefónicas, el general Milley podría dudar de las solicitudes de equipo de los ucranianos. Podría dar consejos sobre el campo de batalla basados en inteligencia satelital en la pantalla de su oficina en el Pentágono. Hubo un silencio incómodo, antes de que el general Zaluzhny interrumpiera la conversación. A veces simplemente ignoraba las llamadas del estadounidense.

Para seguir hablando, el Pentágono puso en marcha un elaborado circuito telefónico: un ayudante de Milley llamaba al mayor general David S. Baldwin, comandante de la Guardia Nacional de California, quien llamaba a un rico fabricante de dirigibles de Los Ángeles llamado Igor Pasternak, que había crecido en Lviv con Oleksii Reznikov, entonces ministro de Defensa de Ucrania. Reznikov localizaba al general Zaluzhny y le decía, “Sé que estás enfadado con Milley, pero tienes que llamarlo”.

La alianza heterogénea se fusionó en una sociedad en la rápida cascada de eventos.

En marzo los rusos detuvieron su avance sobre Kiev y reorientaron su plan de guerra aumentando sus fuerzas hacia el este y el sur, hazaña logística que los estadounidenses pensaron que llevaría meses lo hicieron en dos semanas y media.

A menos que la coalición reoriente sus propias ambiciones, concluyeron

El general Donahue , el comandante del Ejército de EE. UU en Europa y África y el general Christopher G. Cavoli evaluaron que los ucranianos, irremediablemente superados en número y armamento, perderían la guerra si no reorientaban sus objetivos. En otras palabras, la coalición tendría que empezar a proporcionar armas ofensivas pesadas: baterías de artillería M777 y proyectiles.

La administración Biden había organizado previamente envíos de emergencia de armas antiaéreas y antitanque. Pero los M777 eran algo completamente diferente: era el primer gran salto para apoyar una gran guerra terrestre.

El secretario de Defensa, Lloyd J. Austin III, y el general Milley habían puesto a la 18ª División Aerotransportada a cargo de la entrega de armas a los ucranianos y asesorarlos sobre cómo usarlas. Cuando el presidente Biden envió los M777 el Auditorio Tony Bass se convirtió en un cuartel general de pleno derecho.

Un general polaco sería el lugarteniente del general Donahue y un general británico administraría el centro logístico donde fuera la cancha de baloncesto y un canadiense supervisaría el entrenamiento.

El sótano del auditorio se convirtió en un centro de fusión que producía inteligencia sobre las posiciones, movimientos e intenciones rusas en el campo de batalla. Allí, según funcionarios de inteligencia, oficiales de la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional, la Agencia de Inteligencia de Defensa y la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial se unieron a oficiales de inteligencia de la coalición.

La 18ª División Aerotransportada es conocida como Cuerpo de Dragones; la nueva operación sería la “Task Force Dragon”. Todo lo que se necesitaba para unir las piezas era el reacio alto mando ucraniano.

El 26 de abril se hizo una conferencia internacional en la Base Aérea de Ramstein en Alemania. El General Milley presentó al Sr. Reznikov y a un adjunto de Zaluzhny a los Generales Cavoli y Donahue. “Estos son sus muchachos aquí mismo”, les dijo el general Milley, y agregó: “Tienen que trabajar con ellos. Ellos te van a ayudar”.

Se estaban forjando lazos de confianza y Reznikov accedió a hablar con el General Zaluzhny. De vuelta en Kiev dijo “organizamos la composición de una delegación” en Wiesbaden, “y así comenzó”.

En el corazón de “la sociedad” estaban dos generales: el ucraniano, Zabrodskyi, y el estadounidense, Donahue.

El general Zabrodskyi sería el principal contacto ucraniano en Wiesbaden, aunque de forma no oficial, ya que estaba sirviendo en el Parlamento. En todos los demás aspectos, era natural.

Al igual que muchos de sus contemporáneos en el ejército ucraniano, el general Zabrodskyi conocía bien al enemigo. En la década de 1990, asistió a la academia militar en San Petersburgo y sirvió durante cinco años en el ejército ruso.

También conocía a los estadounidenses: de 2005 a 2006, había estudiado en el Colegio de Comando y Estado Mayor del Ejército en Fort Leavenworth, Kansas. Ocho años después, el general Zabrodskyi dirigió una peligrosa misión detrás de líneas de fuerzas respaldadas por Rusia en el este de Ucrania, inspirada en parte en una que había estudiado en Fort Leavenworth: la famosa misión de reconocimiento del general confederado J.E.B. Stuart en torno al Ejército del Potomac del general George B. McClellan. Esto llamó la atención de personas influyentes en el Pentágono ya que intuían que el general era el tipo de líder con el que podían trabajar.

El general Zabrodskyi recuerda aquel primer día en Wiesbaden: “Mi misión era averiguar: ¿Quién es este general Donahue? ¿Cuál es su autoridad? ¿Cuánto puede hacer por nosotros?”.

El general Donahue era una estrella en el mundo clandestino de las fuerzas especiales. Junto a los equipos de exterminio de la CIA y sus socios locales, había perseguido a jefes terroristas de Irak, Siria, Libia y Afganistán. Como líder de la Fuerza Delta de élite, había ayudado a construir una sociedad con combatientes kurdos para luchar contra el Estado Islámico en Siria. El general Cavoli lo comparó una vez con “un héroe de acción de cómic”.

Ahora mostró al general Zabrodskyi y a su compañero de viaje, el general de división Oleksandr Kyrylenko, un mapa de los asedios en el este y el sur de su país y con las fuerzas rusas empequeñeciendo a las suyas e invocando su grito de guerra “Gloria a Ucrania”, lanzó el desafío: “Puedes ‘Slava Ukraini’ todo lo que quieras con otras personas; a mi no me importa lo valiente que seas. Mira los números”. Luego les explicó un plan para ganar una ventaja en el campo de batalla para el otoño, recordó el general Zabrodskyi.

La primera etapa estaba en marcha: entrenar a los artilleros ucranianos en sus nuevos M777. La “Task Force Dragon” les ayudaría a utilizar las armas para detener el avance ruso. Entonces los ucranianos tendrían que montar una contraofensiva.

Esa noche, el general Zabrodskyi escribió a sus superiores en Kiev: “muchos países querían apoyar a Ucrania”, pero “alguien tenía que ser el coordinador, para organizar todo, para resolver los problemas actuales y averiguar qué necesitaremos en el futuro. Le dije al comandante en jefe: ‘Hemos encontrado a nuestro socio’”.

Pronto los ucranianos, casi 20 en total (oficiales de inteligencia, planificadores operativos, especialistas en comunicaciones y control de fuego), comenzaron a llegar a Wiesbaden. Todas las mañanas, recordaron los oficiales, los ucranianos y los estadounidenses se reunían para inspeccionar los sistemas de armas rusos y las fuerzas terrestres y determinar los objetivos más maduros y de mayor valor. Luego, las listas de prioridades se entregaron al centro de fusión de inteligencia, donde los oficiales analizaron flujos de datos para determinar la ubicación de los objetivos.

Dentro del Comando Europeo de EE.UU., este proceso dio lugar a un delicado pero tenso debate lingüístico: dada la delicadeza de la misión, ¿fue excesivamente provocador llamar a los objetivos “objetivos”?

Algunos oficiales pensaron que “objetivos” era apropiado. Otros los llamaron “informantes de inteligencia”, porque los rusos se movían a menudo y la información necesitaría verificación sobre el terreno.

El debate fue zanjado por el mayor general Timothy D. Brown, jefe de inteligencia del Comando Europeo: las ubicaciones de las fuerzas rusas serían “puntos de interés”. La inteligencia sobre amenazas aéreas sería “pistas de interés”. “Si alguna vez te hacen la pregunta: ‘¿Pasaste un objetivo a los ucranianos?’, puedes legítimamente no estar mintiendo cuando dices: ‘No, no lo hice’”, explicó un funcionario estadounidense. Cada punto de interés tendría que adherirse a las reglas de intercambio de inteligencia diseñadas para mitigar el riesgo de represalias rusas contra los socios de la OTAN. No habría puntos de interés en suelo ruso. Si los comandantes ucranianos quisieran atacar dentro de Rusia, explicó el general Zabrodskyi, tendrían que usar su propia inteligencia y armas de producción nacional. “Nuestro mensaje a los rusos fue: ‘Esta guerra debe librarse dentro de Ucrania’ “, dijo un alto funcionario estadounidense.

La Casa Blanca también prohibió compartir inteligencia sobre la ubicación de líderes rusos “estratégicos”, como el jefe de las fuerzas armadas, el general Valery Gerasimov. “Imagínense cómo sería eso para nosotros si supiéramos que los rusos ayudaron a algún otro país a asesinar a nuestro presidente”, dijo otro alto funcionario estadounidense. “Es como si fuéramos a la guerra”. Del mismo modo, la “Fuerza de Tarea Dragón” no pudo compartir inteligencia que identificara las ubicaciones de rusos individuales.

Por la forma en que funcionaba el sistema, la “Fuerza de Tarea Dragón” les diría a los ucranianos dónde estaban posicionados los rusos. Pero para proteger las fuentes y métodos de inteligencia de los espías rusos, no dijo cómo sabía lo que sabía. Todo lo que los ucranianos verían en una nube segura eran cadenas de coordenadas, divididas en: Prioridad 1, Prioridad 2 y así sucesivamente. Como recuerda el general Zabrodskyi, cuando los ucranianos preguntaban por qué debían confiar en la inteligencia, el general Donahue decía: “No se preocupen por cómo nos enteramos. Solo confía en que cuando dispares, dará en el blanco, y te gustarán los resultados, y si no te gustan los resultados, dínoslo, lo mejoraremos”.

EL SISTEMA SE PUSO EN MARCHA EN MAYO. El objetivo inaugural sería un vehículo blindado equipado con radar conocido como Zoopark, que los rusos usaban para encontrar sistemas de armas como los M777 de los ucranianos. El centro de fusión encontró un Zoopark cerca de Donetsk, ocupada por Rusia, en el este de Ucrania.

Los ucranianos tenderían una trampa: primero, dispararían hacia las líneas rusas. Cuando los rusos encendieron el Zoopark para rastrear el fuego entrante, el centro de fusión señalaría las coordenadas del Zoopark en preparación para el ataque.

El día señalado, relató el general Zabrodskyi, el general Donahue llamó al comandante del batallón para darle ánimos: “¿Te sientes bien?”, le preguntó. “Me siento muy bien”, respondió el ucraniano. Luego, el general Donahue revisó las imágenes satelitales para asegurarse de que el objetivo y el M777 estuvieran colocados correctamente. Solo entonces el artillero abrió fuego, destruyendo el Zoopark. “Todo el mundo dijo: ‘¡Podemos hacer esto!’ “, recordó un funcionario estadounidense.

Pero quedaba una pregunta crítica: después de haber hecho esto contra un solo objetivo estacionario, ¿podrían los socios desplegar este sistema contra múltiples objetivos en una gran batalla cinética?

Esa sería la batalla en curso al norte de Donetsk, en Sievierodonetsk, donde los rusos esperaban montar un puente de pontones que cruzaría el río y luego rodear y capturar la ciudad. El general Zabrodskyi lo calificó como “un objetivo infernal”.

El enfrentamiento que siguió fue ampliamente reportado como una victoria ucraniana temprana e importante. Los puentes de pontones se convirtieron en trampas mortales; al menos 400 rusos murieron, según estimaciones ucranianas. Lo que no se dijo fue que los estadounidenses habían proporcionado los puntos de interés que ayudaron a frustrar el asalto ruso.

En estos primeros meses, los combates se concentraron en gran medida en el este de Ucrania. Pero la inteligencia estadounidense también estaba rastreando los movimientos rusos en el sur, especialmente una gran acumulación de tropas cerca de la principal ciudad de Jersón. Pronto varias tripulaciones de M777 fueron redesplegadas, y la “Fuerza de Tarea Dragón” comenzó a alimentar puntos de interés para atacar las posiciones rusas.

M777 en Donetsk
Artillería norteamericana operada por ucranianos cerca de Donetsk

Con la práctica, la “Fuerza de Tarea Dragón” produjo puntos de interés más rápido y los ucranianos les dispararon más rápido. Cuanto más demostraban su eficacia utilizando M777 y sistemas similares, más enviaba la coalición otros nuevos, a los que Wiesbaden suministraba cada vez más puntos de interés.

—¿Sabes cuándo empezamos a creer? recordó el general Zabrodskyi. “Cuando Donahue dijo: ‘Esta es una lista de posiciones’. Revisamos la lista y dijimos: ‘Estas 100 posiciones son buenas, pero necesitamos las otras 50’. Y mandaron las otras 50”.

Los M777 se convirtieron en caballos de batalla del ejército ucraniano. Pero debido a que generalmente no podían lanzar sus proyectiles de 155 milímetros a más de 15 millas, no eran rival para la gran superioridad de los rusos en mano de obra y equipo.

Para dar a los ucranianos ventajas compensatorias de precisión, velocidad y alcance, los generales Cavoli y Donahue pronto propusieron un salto mucho mayor: proporcionar Sistemas de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad, conocidos como HIMARS, que utilizaban cohetes guiados por satélite para ejecutar ataques a una distancia de hasta 50 millas.

El debate subsiguiente reflejó la evolución del pensamiento de los estadounidenses.

Los funcionarios del Pentágono se resistieron, reacios a agotar las limitadas existencias de HIMARS del Ejército. Pero en mayo, el general Cavoli visitó Washington y expuso el caso y los convenció.

Celeste Wallander, entonces subsecretaria de Defensa para asuntos de seguridad internacional, recordó: “Milley siempre decía: ‘Tienes un pequeño ejército ruso luchando contra un gran ejército ruso, y están luchando de la misma manera, y los ucranianos nunca ganarán’”. El argumento del general Cavoli, dijo, fue que “con los HIMARS, pueden luchar como nosotros, y así es como comenzarán a vencer a los rusos”.

En la Casa Blanca, Biden y sus asesores sopesaron ese argumento frente a los temores de que presionar a los rusos solo llevaría a Putin a entrar en pánico y ampliar la guerra. Un funcionario dijo que cuando los generales solicitaron HIMARS el momento se sintió como “estar parado en esa línea, preguntándome, si das un paso adelante, ¿va a estallar la Tercera Guerra Mundial?” Y cuando la Casa Blanca dio ese paso adelante dijo que la “Fuerza de Tarea Dragón” se estaba convirtiendo en “toda la oficina trasera de la guerra”.

Wiesbaden supervisaría cada ataque de HIMARS. El general Donahue y sus ayudantes revisarían las listas de objetivos de los ucranianos y les aconsejarían sobre la posición de sus lanzadores y el momento de sus ataques. Se suponía que los ucranianos solo usarían las coordenadas proporcionadas por los estadounidenses. Para disparar una ojiva, los operadores de HIMARS necesitaban una tarjeta electrónica especial, que los estadounidenses podían desactivar en cualquier momento.

Los ataques de HIMARS que resultaron en 100 o más rusos muertos o heridos ocurrieron casi semanalmente. Las fuerzas rusas quedaron aturdidas y confundidas, su moral se desplomó y con ella sus ganas de luchar. Y a medida que el arsenal de HIMARS creció de ocho a 38 y los delanteros ucranianos se volvieron más competentes el número de víctimas se multiplicó por cinco.

“Nos convertimos en una pequeña parte, tal vez no la mejor parte, pero una pequeña parte, de su sistema”, explicó el general Zabrodskyi, y agregó: “La mayoría de los estados hicieron esto durante un período de 10, 20 o 30 años pero nos vimos obligados a hacerlo en cuestión de semanas”.

Juntos, los socios estaban afilando una máquina de matar.


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Segunda parte (Jun–Nov 2022)

“Cuando derrotes a Rusia, te pondremos azul para siempre”

En su primera reunión, el general Donahue le había mostrado al general Zabrodskyi un mapa codificado por colores de la región, con las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en azul, las fuerzas rusas en rojo y las fuerzas ucranianas en verde. “¿Por qué somos verdes?” preguntó el general Zabrodskyi. “Deberíamos ser azules”.

A principios de junio, mientras se reunían para jugar la contraofensiva de Ucrania, sentados uno al lado del otro frente a los mapas del campo de batalla de mesa, el general Zabrodskyi vio que los pequeños bloques que marcaban las posiciones ucranianas ahora eran azules, un golpe simbólico para fortalecer el vínculo de propósito común. “Cuando derroten a Rusia”, dijo el general Donahue a los ucranianos, “los haremos azules para siempre”.

Mapa junio-noviembre 2022

Habían pasado tres meses desde la invasión, y los mapas contaban esta historia de la guerra:

En el sur, los ucranianos habían bloqueado el avance ruso en el centro de construcción naval de Mykolaiv, en el Mar Negro. Pero los rusos controlaban Jersón, y un cuerpo de unos 25.000 soldados ocupó tierras en la orilla occidental del río Dnipro. En el este, los rusos habían sido detenidos en Izium. Pero mantenían tierras entre allí y la frontera, incluido el valle del río Oskil, de importancia estratégica. La estrategia de los rusos se había transformado de la decapitación —el inútil asalto a Kiev— a la estrangulación lenta. Los ucranianos necesitaban pasar a la ofensiva. Su máximo comandante, el general Zaluzhny, junto con los británicos, favoreció la opción más ambiciosa: desde cerca de Zaporiyia, en el sureste, hacia la ocupada Melitopol. Esta maniobra, creían, cortaría las rutas terrestres transfronterizas que sostienen a las fuerzas rusas en Crimea.

En teoría, el general Donahue estuvo de acuerdo. Pero según sus colegas, pensaba que Melitopol no era factible, dado el estado del ejército ucraniano y la limitada capacidad de la coalición para proporcionar M777 sin paralizar la preparación estadounidense. Para demostrar su punto de vista en los juegos de guerra, asumió el papel del comandante ruso. Cada vez que los ucranianos intentaban avanzar, el general Donahue los destruía con un poder de combate abrumador.

Lo que finalmente acordaron fue un ataque en dos partes para confundir a los comandantes rusos que, según la inteligencia estadounidense, creían que los ucranianos solo tenían suficientes soldados y equipo para una sola ofensiva.

El esfuerzo principal sería recuperar Jersón y asegurar la orilla occidental del Dnipro, para que el cuerpo no avance sobre el puerto de Odesa y se posicione para otro ataque contra Kiev.

El general Donahue había abogado por un segundo frente en el este, desde la región de Járkov, para llegar al valle del río Oskil. Pero los ucranianos abogaron por una finta de apoyo más pequeña para atraer a las fuerzas rusas hacia el este y allanar el camino a Jersón.

Eso se haría alrededor del 4 de septiembre. Los ucranianos comenzarían dos semanas de ataques de artillería para debilitar a las fuerzas rusas en el sur. Solo entonces, cerca del 18 de septiembre, marcharían hacia Jersón.

Y si aún les quedaba munición, cruzarían el Dnipro. El general Zabrodskyi recuerda que el general Donahue dijo: “Si ustedes quieren cruzar el río y llegar al cuello de Crimea, entonces sigan el plan”.

ESE ERA EL PLAN hasta que dejó de serlo.

Zelensky solía hablar directamente con los comandantes regionales, y después de una de esas conversaciones, los estadounidenses fueron informados de que el orden de batalla había cambiado.

Jersón llegaría más rápido, y primero, el 29 de agosto.

El general Donahue le dijo al general Zaluzhny que se necesitaba más tiempo para sentar las bases de Jersón y que el cambio ponía en peligro la contraofensiva y a todo el país. Más tarde, los estadounidenses se enteraron de la historia de fondo:

Zelensky esperaba asistir a la reunión de mediados de septiembre de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Él y sus asesores creían que una muestra de progreso en el campo de batalla reforzaría sus argumentos para obtener apoyo militar adicional. Así que trastocaron el plan en el último minuto, un anticipo de una desconexión que daría otra forma al arco de la guerra.

El resultado fue lo que nadie había planeado.

Los rusos respondieron moviendo refuerzos desde el este hacia Jersón. Ahora el general Zaluzhny se dio cuenta de que las debilitadas fuerzas rusas en el este bien podrían permitir que los ucranianos hicieran lo que el general Donahue había defendido: llegar al valle del río Oskil. “Vaya, vaya, vaya, los tiene contra las cuerdas”, le dijo el general Donahue al ucraniano Syrsky.

Las fuerzas rusas iniciaron una retirada incluso más rápido de lo previsto, abandonando equipo mientras se replegaban. Los líderes ucranianos nunca habían esperado que sus fuerzas llegaran a la orilla occidental del Oskil, y cuando lo hicieron, la posición del general Syrsky con el presidente se disparó.

Retirada rusa
Repliegue de tropas y equipos rusos

En el sur, los servicios de inteligencia estadounidenses informaron de que el cuerpo en la orilla occidental del Dnipro se estaba quedando sin alimentos y municiones.

Los ucranianos vacilaron. El general Donahue suplicó al comandante de campo, el mayor general Andrii Kovalchuk, que avanzara. Pronto, los superiores estadounidenses, los generales Cavoli y Milley, elevaron el asunto al general Zaluzhny.

Eso tampoco funcionó.

El ministro de Defensa británico, Ben Wallace, preguntó al general Donahue qué haría si el general Kovalchuk fuera su subordinado.

“Ya lo habrían despedido”, respondió el general Donahue.

“Lo tengo”, dijo Wallace. El ejército británico tenía una influencia considerable en Kiev; a diferencia de los estadounidenses, habían colocado pequeños equipos de oficiales en el país después de la invasión. Ahora el ministro de Defensa ejerció esa influencia y exigió que los ucranianos expulsaran al comandante.

Tal vez ningún pedazo de suelo ucraniano era más precioso para Putin que Crimea. Los ucranianos avanzaban vacilantes sobre el Dnipro con la esperanza de entrar en la península y eso dio lugar a lo que un funcionario del Pentágono llamó la “tensión central”:

Para darle al presidente ruso un incentivo para negociar un acuerdo, pensaron los ucranianos, tendrían que presionar a Crimea. Hacerlo, sin embargo, podría empujarlo a hacer “algo desesperado”.

Los ucranianos ya estaban ejerciendo presión sobre el terreno. Y la administración Biden había autorizado ayudar a los ucranianos a desarrollar, fabricar y desplegar una naciente flota de drones marítimos para atacar a la Flota del Mar Negro de Rusia. (Los estadounidenses les dieron a los ucranianos un primer prototipo destinado a contrarrestar un asalto naval chino a Taiwán). En primer lugar, se permitió a la Armada compartir puntos de interés para los buques de guerra rusos más allá de las aguas territoriales de Crimea. En octubre, con margen para actuar dentro de la propia Crimea, la CIA comenzó a apoyar de forma encubierta los ataques con aviones no tripulados en el puerto de Sebastopol. Ese mismo mes, la inteligencia estadounidense escuchó al comandante ruso en Ucrania, el general Sergei Surovikin, hablar de hacer algo desesperado: usar armas nucleares tácticas para evitar que los ucranianos cruzaran el Dnipro y se dirigieran directamente a Crimea. Hasta ese momento, las agencias de inteligencia estadounidenses habían estimado la posibilidad de que Rusia usara armas nucleares en Ucrania entre el 5 y el 10 por ciento. Ahora, dijeron, si las líneas rusas en el sur colapsaban, la probabilidad era del 50 por ciento. Esa tensión central parecía estar llegando a un punto crítico. En Europa, los generales Cavoli y Donahue rogaban al sustituto del general Kovalchuk, el general de brigada Oleksandr Tarnavskyi, que avanzara con sus brigadas, expulsara al cuerpo de la orilla occidental del Dnipro y se apoderara de su equipo.

En Washington, los principales asesores de Biden se preguntaron nerviosamente lo contrario: si necesitarían presionar a los ucranianos para que frenen su avance.

El momento podría haber sido la mejor oportunidad de los ucranianos para asestar un golpe decisivo a los rusos pero también para encender una guerra más amplia.

Al final, en una especie de gran ambigüedad, el momento nunca llegó.

Para proteger a sus fuerzas que se replegaban, los comandantes rusos dejaron atrás pequeños destacamentos de tropas. El general Donahue aconsejó al general Tarnavskyi que los destruyera o los pasara por alto y se concentrara en el objetivo principal: el cuerpo. Pero cada vez que los ucranianos se encontraban con un destacamento se detenían en seco pensando que una fuerza mayor estaba al acecho.

El general Donahue le dijo que las imágenes satelitales mostraban a las fuerzas ucranianas bloqueadas por solo uno o dos tanques rusos, según funcionarios del Pentágono. Pero al no poder ver las mismas imágenes satelitales, el comandante ucraniano dudó, receloso de enviar a sus fuerzas hacia adelante.

Para poner en marcha a los ucranianos, la “Fuerza de Tarea Dragón” envió puntos de interés, y los operadores del M777 destruyeron los tanques con misiles Excalibur. Esto demandaba mucho tiempo y se repetía cada vez que los ucranianos se encontraban con un destacamento ruso.

Los ucranianos recuperaron Jersón y despejaron la orilla occidental del Dnipro pero la ofensiva se detuvo allí. Escasos de municiones, no cruzaron el Dnipro y no avanzaron hacia Crimea.

A medida que los rusos cruzaban el río, adentrándose en el terreno que ocupaban, enormes máquinas abrían largas y profundas trincheras asegurando el territorio.

Aun así, los ucranianos estaban de ánimo festivo, y en su siguiente viaje a Wiesbaden, el general Zabrodskyi le regaló al general Donahue un “recuerdo de combate”: un chaleco táctico que había pertenecido a un soldado ruso cuyos camaradas ya marchaban hacia el este hacia lo que sería el crisol de 2023: Bajmut.


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Tercera parte (Nov 2022–Nov 2023)

Los planes mejor trazados

La planificación para 2023 comenzó de inmediato, en lo que en retrospectiva fue un momento de exuberancia irracional.

Ucrania controlaba las orillas occidentales de los ríos Oskil y Dnipro. Dentro de la coalición, la opinión predominante era que la contraofensiva de 2023 sería la última de la guerra: los ucranianos reclamarían un triunfo absoluto, o Putin se vería obligado a pedir la paz.

Mapa noviembre 2022-2023

“Vamos a ganar todo esto”, dijo Zelensky a la coalición.

Para lograr esto, explicó el general Zabrodskyi mientras los socios se reunían en Wiesbaden a fines de otoño, el general Zaluzhny insistía una vez más en que el esfuerzo principal fuera una ofensiva hacia Melitopol, para estrangular a las fuerzas rusas en Crimea, lo que creía que había sido la gran oportunidad negada de asestar un golpe de gracia al enemigo tambaleante en 2022.

Algunos generales estadounidenses predicaban la cautela.

En el Pentágono, los funcionarios estaban preocupados por su capacidad para suministrar suficientes armas para la contraofensiva; tal vez los ucranianos, en su posición más fuerte posible, deberían considerar llegar a un acuerdo. Cuando el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Milley, planteó esa idea en un discurso, muchos de los partidarios de Ucrania (incluidos los republicanos del Congreso, que entonces apoyaban abrumadoramente la guerra) gritaron apaciguamiento.

En Wiesbaden, en conversaciones privadas con el general Zabrodskyi y los británicos, el general Donahue señaló que los rusos cavaban trincheras para defender el sur y señaló el vacilante avance de los ucranianos hacia el Dnipro apenas unas semanas antes. “Se están atrincherando, muchachos”, les dijo. —¿Cómo vas a superar esto?

Lo que abogó en cambio, recordaron el general Zabrodskyi y un funcionario europeo, fue una pausa: si los ucranianos pasaban el próximo año, si no más, construyendo y entrenando nuevas brigadas, estarían mucho mejor posicionados para luchar hasta Melitopol.

Los británicos, por su parte, argumentaron que si los ucranianos iban a ir de todos modos, habría que ayudarlos. El general Cavoli dijo que los ucranianos no tenían por qué ser tan buenos como los británicos y los estadounidenses; simplemente tenían que ser mejores que los rusos.

No habría pausa. El general Zabrodskyi le diría al general Zaluzhny: “Donahue tiene razón”. Pero también admitiría que “a nadie le gustaron las recomendaciones de Donahue, excepto a mí”.

Y además, el general Donahue era un hombre que estaba de salida.

El despliegue de la 18.ª División Aerotransportada siempre había sido temporal. Ahora habría una organización más permanente en Wiesbaden, el Grupo de Asistencia para la Seguridad-Ucrania, con el indicativo Erebus, la personificación mitológica griega de la oscuridad.

Aquel día de otoño, terminada la sesión de planificación y el tiempo que habían pasado juntos, el general Donahue escoltó al general Zabrodskyi hasta el aeródromo de Clay Kaserne. Allí le regaló un escudo ornamental: la insignia del dragón 18º Aerotransportado, rodeado por cinco estrellas.

El más occidental representaba a Wiesbaden; un poco más al este estaba el aeropuerto de Rzeszów-Jasionka. Las otras estrellas representaban a Kiev, Jersón y Járkov, para el general Zaluzhny y los comandantes en el sur y el este. Bajo las estrellas decía “Gracias”. “Le pregunté: ‘¿Por qué me das las gracias?’ “. recordó el general Zabrodskyi. " ‘Debería decir gracias’ “. El general Donahue explicó que los ucranianos fueron los que lucharon y murieron, probando el equipo y las tácticas estadounidenses y compartiendo las lecciones aprendidas. “Gracias a ti”, dijo, “construimos todas estas cosas que nunca podríamos tener”. Gritando a través del viento y el ruido del aeródromo, iban y venían sobre quién merecía más agradecimientos. Luego se dieron la mano y el general Zabrodskyi desapareció en el C-130 que estaba con los motores encendidos.

El “chico nuevo en la habitación” fue el teniente general Antonio A. Aguto Jr. Era un tipo diferente de comandante, con un tipo diferente de misión.

El general Donahue era un tomador de riesgos. El general Aguto se había labrado una reputación de hombre deliberante y maestro de la formación y de las operaciones a gran escala. Después de la anexión de Crimea en 2014, la administración Obama había ampliado el entrenamiento de los ucranianos, incluso en una base en el extremo oeste del país; El general Aguto había supervisado el programa. En Wiesbaden, su prioridad número 1 sería la preparación de nuevas brigadas. “Tienes que prepararlos para la pelea”, le dijo Austin, el secretario de Defensa.

Eso se tradujo en una mayor autonomía para los ucranianos, un reequilibrio de la relación: al principio, Wiesbaden se había esforzado por ganarse la confianza de los ucranianos. Ahora los ucranianos pedían la confianza de Wiesbaden.

Pronto se presentó una oportunidad.

La inteligencia ucraniana había detectado un cuartel ruso improvisado en una escuela en la ocupada Makiivka. “Confíe en nosotros en esto”, le dijo el general Zabrodskyi al general Aguto. El estadounidense lo hizo, y el ucraniano recordó: “Hicimos todo el proceso de selección de objetivos de forma absolutamente independiente”. El papel de Wiesbaden se limitaría a proporcionar coordenadas.

En esta nueva fase de “la sociedad”, los oficiales estadounidenses y ucranianos aún se reunirían a diario para establecer prioridades, que el centro de fusión convirtió en puntos de interés. Pero los comandantes ucranianos ahora tienen las manos más libres para usar HIMARS y atacar objetivos adicionales, fruto de su propia inteligencia, si promueven las prioridades acordadas.

Militares ucranianos, yanquis e ingleses
Generales Ucranianos, Norteamericanos y Británicos, en Ucrania, planificando. Agosto de 2023.

“Daremos un paso atrás y vigilaremos, y los vigilaremos para asegurarnos de que no hagan nada loco”, dijo el general Aguto a los ucranianos. “El objetivo”, añadió, “es que operes por tu cuenta en algún momento”.

Haciéndose eco de 2022, los juegos de guerra de enero de 2023 arrojaron un plan doble.

La ofensiva secundaria, de las fuerzas del general Syrsky en el este, se centraría en Bajmut, donde los combates habían estado latentes durante meses, con una finta hacia la región de Luhansk, un área anexionada por Putin en 2022. Esa maniobra, se pensaba, ataría a las fuerzas rusas en el este y allanaría el camino para el esfuerzo principal, en el sur: el ataque a Melitopol, donde las fortificaciones rusas ya se estaban pudriendo y colapsando en el invierno húmedo y frío.

Pero problemas de otro tipo ya estaban carcomiendo el nuevo plan.

El general Zaluzhny pudo haber sido el comandante supremo de Ucrania, pero su supremacía se vio cada vez más comprometida por su competencia con el general Syrsky. Según las autoridades ucranianas, la rivalidad se remonta a la decisión de Zelensky, en 2021, de elevar al general Zaluzhny por encima de su antiguo jefe, el general Syrsky. La rivalidad se había intensificado después de la invasión, ya que los comandantes competían por baterías HIMARS limitadas. El general Syrsky había nacido en Rusia y había servido en su ejército; hasta que comenzó a trabajar en el ucraniano, generalmente hablaba ruso en las reuniones. El general Zaluzhny a veces lo llamaba burlonamente “ese general ruso”.

Los estadounidenses sabían que el general Syrsky estaba descontento con recibir una mano de apoyo en la contraofensiva. Cuando el general Aguto llamó para asegurarse de que entendía el plan, respondió: “No estoy de acuerdo, pero tengo mis órdenes”.

La contraofensiva debía comenzar el 1 de mayo. Los meses intermedios se dedicarían a entrenarse para ello. El general Syrsky contribuiría con cuatro brigadas endurecidas en batalla, cada una de entre 3.000 y 5.000 soldados, para el entrenamiento en Europa; A ellos se unirían cuatro brigadas de nuevos reclutas. El general tenía otros planes. En Bajmut, los rusos estaban desplegando, y perdiendo, un gran número de soldados. El general Syrsky vio la oportunidad de engullirlos y encender la discordia en sus filas. “Llévense a todos los muchachos nuevos” para Melitopol, le dijo al general Aguto, según funcionarios estadounidenses. Y cuando Zelensky se puso de su lado, a pesar de las objeciones tanto de su propio comandante supremo como de los estadounidenses, un apuntalamiento clave de la contraofensiva se hundió de manera efectiva.

Ahora, los ucranianos enviarían solo cuatro brigadas no probadas al extranjero para entrenar. (Prepararían ocho más dentro de Ucrania). Además, los nuevos reclutas eran viejos, en su mayoría de entre 40 y 50 años. Cuando llegaron a Europa, un alto funcionario estadounidense recordó: “Todo lo que pensábamos era: esto no es genial”.

La edad de reclutamiento ucraniano era de 27 años. El general Cavoli, que había sido ascendido a comandante supremo aliado para Europa, imploró al general Zaluzhny que “pusiera a sus jóvenes de 18 años en el juego”. Pero los estadounidenses llegaron a la conclusión de que ni el presidente ni el general se harían cargo de una decisión tan tensa políticamente.

Una dinámica paralela estaba en juego en el lado estadounidense.

El año anterior, los rusos habían colocado imprudentemente puestos de mando, depósitos de municiones y centros logísticos a menos de 50 millas de las líneas del frente. Pero nueva inteligencia mostró que los rusos habían trasladado instalaciones críticas fuera del alcance de HIMARS. Por lo tanto, los generales Cavoli y Aguto recomendaron el próximo salto cuántico, dando a los ucranianos Sistemas de Misiles Tácticos del Ejército (misiles, conocidos como ATACMS, que pueden viajar hasta 190 millas) para dificultar que las fuerzas rusas en Crimea ayuden a defender Melitopol.

Los ATACMS fueron un tema particularmente doloroso para la administración Biden. El jefe militar ruso, el general Gerasimov, se había referido indirectamente a ellos en mayo anterior cuando advirtió al general Milley que cualquier cosa que volara 190 millas estaría violando una línea roja. También había una cuestión de abastecimiento: el Pentágono ya estaba advirtiendo que no tendría suficientes ATACMS si Estados Unidos tenía que librar su propia guerra.

El mensaje fue contundente: Dejen de pedir ATACMS.

Los supuestos subyacentes se habían trastocado. Aun así, los estadounidenses vieron un camino hacia la victoria, aunque cada vez más estrecho. La clave para enhebrar esa aguja fue comenzar la contraofensiva según lo programado, el 1 de mayo, antes de que los rusos repararan sus fortificaciones y movieran más tropas para reforzar Melitopol.

Pero la fecha llegó y se fue. Algunas entregas prometidas de municiones y equipos se habían retrasado y, a pesar de las garantías del general Aguto de que había suficiente para empezar, los ucranianos no se comprometerían hasta que lo tuvieran todo.

En un momento dado, cuando la frustración iba en aumento, el general Cavoli se volvió hacia el general Zabrodskyi y le dijo: “Misha, amo a tu país. Pero si no lo haces, vas a perder la guerra”.

“Mi respuesta fue: ‘Entiendo lo que estás diciendo, Christopher. Pero, por favor, entiéndanme. No soy el comandante supremo. Y yo no soy el presidente de Ucrania’”, recordó el general Zabrodskyi, y agregó: “Probablemente necesitaba llorar tanto como él”.

En el Pentágono, los funcionarios comenzaban a percibir que se abría una fisura más grave. Milley le preguntó a Zabrodskyi: “Dígame la verdad. ¿Cambiaste el plan? “No, no, no”, respondió. “No cambiamos el plan, y no lo vamos a hacer”. Cuando pronunció estas palabras, realmente creyó que estaba diciendo la verdad.

A finales de mayo, los servicios de inteligencia mostraron que los rusos estaban construyendo rápidamente nuevas brigadas. Los ucranianos no tenían todo lo que querían, pero tenían lo que creían que necesitaban. Tendrían que irse.

El general Zaluzhny esbozó el plan final en una reunión de la Stavka, un organismo gubernamental que supervisa los asuntos militares. El general Tarnavskyi tendría 12 brigadas y la mayor parte de la munición para el asalto principal, en Melitopol. El comandante de la Marina, el teniente general Yurii Sodol, se dirigiría hacia Mariúpol, la ciudad portuaria en ruinas tomada por los rusos después de un asedio fulminante el año anterior. El general Syrsky lideraría el esfuerzo de apoyo en el este, alrededor de Bakhmut, recientemente perdido después de meses de guerra de trincheras.

Entonces habló el general Syrsky diciéndoles a funcionarios ucranianos que quería romper con el plan y ejecutar un ataque a gran escala para expulsar a los rusos de Bajmut. Luego avanzaría hacia el este, hacia la región de Lugansk. Por supuesto, necesitaría más hombres y municiones.

A los estadounidenses no se les informó del resultado de la reunión. Pero luego la inteligencia estadounidense observó que las tropas y las municiones ucranianas se movían en direcciones inconsistentes con el plan acordado. Poco después, en una reunión organizada apresuradamente en la frontera polaca, el general Zaluzhny admitió a los generales Cavoli y Aguto que los ucranianos habían decidido montar asaltos en tres direcciones a la vez. “¡Ese no es el plan!” —exclamó el general Cavoli—. Lo que sucedió, según los funcionarios ucranianos, fue lo siguiente: después de la reunión de la Stavka, Zelensky había ordenado que las municiones de la coalición se dividieran en partes iguales entre el general Syrsky y el general Tarnavskyi. El general Syrsky también se quedaría con cinco de las brigadas recién entrenadas, dejando siete para la lucha de Melitopol. “Fue como ver el fin de la ofensiva de Melitopol incluso antes de que se lanzara”, comentó un funcionario ucraniano.

Quince meses después del inicio de la guerra, todo había llegado a este punto de inflexión.

“Deberíamos habernos alejado”, dijo un alto funcionario estadounidense.

Pero no lo harían.

“Estas decisiones que involucran la vida y la muerte, y qué territorio se valora más y qué territorio se valora menos, son fundamentalmente decisiones soberanas”, explicó un alto funcionario de la administración Biden. “Lo único que podíamos hacer era darles consejos”.

El líder del asalto de Mariúpol, el general Sodol, era un ávido consumidor de los consejos del general Aguto. Esa colaboración produjo uno de los mayores éxitos de la contraofensiva: después de que la inteligencia estadounidense identificara un punto débil en las líneas rusas, las fuerzas del general Sodol, utilizando los puntos de interés de Wiesbaden, recuperaron la aldea de Staromaiorske y casi ocho millas cuadradas de territorio.

Para los ucranianos, esa victoria planteó una pregunta: ¿Podría la lucha de Mariúpol ser más prometedora que la de Melitopol? Pero el ataque se estancó por falta de mano de obra.

El problema estaba expuesto en el mapa del campo de batalla de la oficina del general Aguto: el asalto del general Syrsky a Bakhmut estaba matando de hambre al ejército ucraniano. El general Aguto le instó a enviar brigadas y municiones al sur para el ataque a Melitopol. Pero el general Syrsky no cedió, según estadounidenses y ucranianos. Tampoco cedió cuando Yevgeny Prigozhin, cuyos paramilitares Wagner habían ayudado a los rusos a capturar Bajmut, se rebeló contra el liderazgo militar de Putin y envió fuerzas corriendo hacia Moscú.

La inteligencia estadounidense evaluó que la rebelión podría erosionar la moral y la cohesión rusas. Los comandantes rusos se sorprendieron de que los ucranianos no estuvieran presionando más hacia Melitopol, débilmente defendida, dijo un funcionario de inteligencia de Estados Unidos.

Pero según el general Syrsky, la rebelión validó su estrategia de sembrar la división empalando a los rusos en Bajmut. Enviar algunas de sus fuerzas al sur solo lo socavaría. —“Tenía razón, Aguto. Te equivocaste”, recuerda un oficial estadounidense que le dijo el general Syrsky y agregó: “Vamos a llegar a Luhansk”.

Zelensky había enmarcado a Bakhmut como la “fortaleza de nuestra moral”. Al final, fue una demostración sangrienta de la difícil situación de los ucranianos, superados en hombres.

Aunque los recuentos varían enormemente, no hay duda de que las bajas de los rusos, en decenas de miles, superaron con creces a las de los ucranianos. Sin embargo, el general Syrsky nunca recuperó Bajmut, nunca avanzó hacia Lugansk. Y mientras los rusos reconstruían sus brigadas y seguían adelante en el este, los ucranianos no tenían una fuente tan fácil de reclutas. (Prigozhin retiró a sus rebeldes antes de llegar a Moscú; dos meses después, murió en un accidente aéreo que la inteligencia estadounidense creyó que tenía las características de un asesinato patrocinado por el Kremlin).

Lo que dejó a Melitopol.

Una de las principales virtudes de la máquina de Wiesbaden era la velocidad: reducir el tiempo desde el punto de interés hasta el ataque ucraniano. Pero esa virtud, y con ella la ofensiva de Melitopol, se vio socavada por un cambio fundamental en la forma en que el comandante ucraniano utilizó esos puntos de interés. Tenía sustancialmente menos municiones de las que había planeado; En lugar de simplemente disparar, ahora primero usaría drones para confirmar la inteligencia.

Este patrón corrosivo, alimentado también por la cautela y el déficit de confianza, llegó a un punto crítico cuando, después de semanas de progreso extremadamente lento a través de un paisaje infernal de campos minados y fuego de helicópteros, las fuerzas ucranianas se acercaron a la aldea ocupada de Robotyne.

Los estadounidenses relataron la batalla que siguió. Los ucranianos habían estado golpeando a los rusos con artillería. La inteligencia estadounidense indicó que se estaban retirando.

—Toma tierra ahora —dijo el general Aguto al general Tarnavskyi—.

Pero los ucranianos habían visto a un grupo de rusos en la cima de una colina.

En Wiesbaden, las imágenes satelitales mostraban lo que parecía un pelotón ruso, entre 20 y 50 soldados, lo que para el general Aguto no era justificación para ralentizar la marcha.

El general Tarnavskyi, sin embargo, no se movería hasta que la amenaza fuera eliminada. Así que Wiesbaden envió las coordenadas de los rusos y le aconsejó que abriera fuego y avanzara simultáneamente.

En cambio, para verificar la inteligencia, el general Tarnavskyi voló aviones no tripulados de reconocimiento sobre la cima de la colina.

Lo cual llevó tiempo. Solo entonces ordenó a sus hombres que dispararan.

Y después del ataque, una vez más envió sus drones, para confirmar que la cima de la colina estaba realmente despejada. Luego ordenó a sus fuerzas que entraran en Robotyne, que tomaron el 28 de agosto.

El tira y afloja había costado entre 24 y 48 horas, estimaron las autoridades. Y en ese tiempo, al sur de Robotyne, los rusos habían comenzado a construir nuevas barreras, colocar minas y enviar refuerzos para detener el avance ucraniano. “La situación cambió por completo”, dijo el general Zabrodskyi.

El general Aguto le gritó al general Tarnavskyi: Adelante. Pero los ucranianos tuvieron que rotar las tropas de las líneas del frente a la retaguardia, y con solo las siete brigadas, no pudieron traer nuevas fuerzas lo suficientemente rápido como para seguir adelante.

El avance ucraniano, de hecho, se vio frenado por una combinación de factores. Pero en Wiesbaden, los frustrados estadounidenses seguían hablando del pelotón en la colina. “Un maldito pelotón detuvo la contraofensiva”, comentó un oficial.

Los ucranianos no llegarían a Melitopol. Tendrían que reducir sus ambiciones.

Ahora su objetivo sería la pequeña ciudad ocupada de Tokmak, a medio camino de Melitopol, cerca de líneas ferroviarias y carreteras críticas.

El general Aguto había dado a los ucranianos una mayor autonomía. Pero ahora elaboró un plan detallado de artillería, la Operación Rolling Thunder, que prescribía qué debían disparar los ucranianos, con qué y en qué orden, según funcionarios estadounidenses y ucranianos. Pero el general Tarnavskyi se opuso a algunos objetivos, insistió en usar drones para verificar los puntos de interés y Rolling Thunder se detuvo.

Desesperada por salvar la contraofensiva, la Casa Blanca había autorizado el transporte secreto de un pequeño número de ojivas de racimo con un alcance de unas 100 millas, y el general Aguto y el general Zabrodskyi idearon una operación contra los helicópteros de ataque rusos que amenazaban a las fuerzas del general Tarnavskyi. Al menos 10 helicópteros fueron destruidos y los rusos retiraron todos sus aviones a Crimea o al continente. Aun así, los ucranianos no pudieron avanzar. La última recomendación de los estadounidenses fue que el general Syrsky se hiciera cargo de la lucha de Tokmak. La propuesta fue rechazada. Luego propusieron que el general Sodol enviara a sus marines a Robotyne y que rompieran la línea rusa. Pero en cambio, el general Zaluzhny ordenó a los marines que se dirigieran a Jersón para abrir un nuevo frente en una operación que, según los estadounidenses, estaba condenada al fracaso: intentar cruzar el Dnipro y avanzar hacia Crimea. Los marines lograron cruzar el río a principios de noviembre, pero se quedaron sin hombres y municiones. Se suponía que la contraofensiva daría un golpe de gracia. En cambio, tuvo un final sin gloria.

Vehículo abandonado en Robotyne
Vehículo ucraniano abandonado en Robotyne

El general Syrsky se negó a responder preguntas sobre sus interacciones con los generales estadounidenses, pero un portavoz de las fuerzas armadas ucranianas dijo: “Esperamos que llegue el momento, y después de la victoria de Ucrania, los generales ucranianos y estadounidenses que usted mencionó tal vez nos cuenten conjuntamente sobre sus negociaciones laborales y amistosas durante la lucha contra la agresión rusa”.

Andriy Yermak, jefe de la oficina presidencial de Ucrania y posiblemente el segundo funcionario más poderoso del país, dijo a The Times que la contraofensiva había sido “principalmente atenuada” por la “vacilación política” de los aliados y los “constantes” retrasos en las entregas de armas.

Pero para otro alto funcionario ucraniano: “La verdadera razón por la que no tuvimos éxito fue porque se asignó un número inadecuado de fuerzas para ejecutar el plan”.

De cualquier manera, para los socios, el devastador resultado de la contraofensiva dejó sentimientos heridos en ambos bandos. “Las relaciones importantes se mantuvieron”, dijo Wallander, la funcionaria del Pentágono. “Pero ya no era la hermandad inspirada y confiada de 2022 y principios de 2023”.


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Cuarta parte (Dic 2023–Ene 2025)

Violaciones de la confianza y de las fronteras

Poco antes de Navidad, Zelensky cruzó las puertas de Wiesbaden para su primera visita al centro secreto de “la sociedad”.

Al entrar en el Auditorio Tony Bass, fue escoltado por trofeos de batallas compartidas: fragmentos retorcidos de vehículos, misiles y aviones rusos. Cuando subió a la pasarela sobre la antigua cancha de baloncesto —como había hecho el general Zabrodskyi ese primer día de 2022—, los agentes que trabajaban abajo estallaron en aplausos.

Sin embargo, el presidente no había venido a Wiesbaden para celebrar. A la sombra de la contraofensiva fallida, con un tercer y duro invierno bélico que se avecinaba, los presagios no habían hecho más que oscurecerse. Para aprovechar su nueva ventaja, los rusos estaban enviando fuerzas hacia el este. En Estados Unidos, Trump, un escéptico de Ucrania, estaba en medio de una resurrección política; algunos republicanos del Congreso se quejaban de recortar el financiamiento.

Hace un año, la coalición hablaba de victoria. A medida que llegara 2024, la administración Biden se vería obligada a seguir cruzando sus propias líneas rojas simplemente para mantener a flote a los ucranianos. Pero primero, el asunto inmediato en Wiesbaden: los generales Cavoli y Aguto explicaron que no veían un camino plausible para reclamar un territorio significativo en 2024. La coalición simplemente no podía proporcionar todo el equipo para una contraofensiva importante. Tampoco los ucranianos pudieron construir un ejército lo suficientemente grande. Los ucranianos tendrían que moderar las expectativas, centrándose en objetivos alcanzables para mantenerse en la lucha mientras construyen el poder de combate para potencialmente montar una contraofensiva en 2025: tendrían que erigir líneas defensivas en el este para evitar que los rusos se apoderen de más territorio. Y tendrían que reconstituir las brigadas existentes y llenar otras nuevas, que la coalición ayudaría a entrenar y equipar. Zelensky expresó su apoyo.

Mapa dic 23 a ene 25

Sin embargo, los estadounidenses sabían que lo hacía a regañadientes. Una y otra vez, Zelensky había dejado en claro que quería, y necesitaba, una gran victoria para levantar la moral en casa y apuntalar el apoyo occidental.

Apenas unas semanas antes, el presidente había dado instrucciones al general Zaluzhny para que hiciera retroceder a los rusos a las fronteras de Ucrania de 1991 para el otoño de 2024. El general había sorprendido a los estadounidenses al presentar un plan para hacerlo que requería cinco millones de proyectiles y un millón de aviones no tripulados. A lo que el general Cavoli había respondido, en un ruso fluido: “¿De dónde?”

Varias semanas después, en una reunión en Kiev, el comandante ucraniano había encerrado al general Cavoli en una cocina del Ministerio de Defensa y, vapeando furiosamente, hizo una última e inútil súplica. “Estaba atrapado entre dos fuegos, el primero era el del presidente y el segundo el de los socios”, dijo uno de sus asistentes.

Como compromiso, los estadounidenses ahora le presentaron a Zelensky lo que creían que constituiría una victoria declarada: una campaña de bombardeos, utilizando misiles de largo alcance y drones, para obligar a los rusos a retirar su infraestructura militar de Crimea y devolverla a Rusia. Su nombre en clave sería Operación Granizo Lunar.

Hasta ahora, los ucranianos, con la ayuda de la CIA y de las armadas estadounidense y británica, habían utilizado drones marítimos, junto con misiles británicos de largo alcance Storm Shadow y franceses SCALP, para atacar la flota del Mar Negro. La contribución de Wiesbaden fue la inteligencia.

Pero para llevar a cabo la campaña más amplia de Crimea, los ucranianos necesitarían muchos más misiles. Necesitarían cientos de ATACMS.

En el Pentágono, las viejas advertencias no se habían desvanecido. Pero después de que el general Aguto informara a Austin sobre todo lo que Lunar Hail podría lograr, un asistente recordó, dijo: “Está bien, hay un objetivo estratégico realmente convincente aquí. No se trata solo de golpear las cosas”.

Zelensky obtendría su tan anhelado ATACMS. Aun así, un funcionario estadounidense dijo: “Sabíamos que, en el fondo de su corazón, todavía quería hacer algo más, algo más”.

El general Zabrodskyi estaba en el centro de mando de Wiesbaden a finales de enero cuando recibió un mensaje urgente y salió.

Cuando regresó, pálido como un fantasma, condujo al general Aguto a un balcón y fumando le dijo que la lucha por el liderazgo ucraniano había llegado a su desenlace: el general Zaluzhny estaba siendo despedido. Las apuestas eran que su rival, el general Syrsky, ascendería.

Los estadounidenses no se sorprendieron: habían estado escuchando amplias murmuraciones de descontento presidencial. Los ucranianos lo atribuirían a la política, por temor a que el ampliamente popular general Zaluzhny pudiera desafiar a Zelensky por la presidencia. También se produjo la reunión de la Stavka, en la que el presidente puso un rodillazo en la rodilla al general Zaluzhny, y la posterior decisión del general de publicar un artículo en The Economist en el que declaraba la guerra en un punto muerto, los ucranianos necesitaban un avance tecnológico cuántico. Esto incluso cuando su presidente llamaba a la victoria total.

El general Zaluzhny, dijo un funcionario estadounidense, era un “hombre muerto andante”.

El nombramiento del general Syrsky trajo un alivio rotundo. Los estadounidenses creyeron que ahora tendrían un socio con el oído y la confianza del presidente. Esperaban que la toma de decisiones se volviera más coherente.

El general Syrsky también era un producto conocido.

Parte de ese conocimiento, por supuesto, era el recuerdo de 2023, la cicatriz de Bajmut, la forma en que el general a veces había despreciado sus recomendaciones, incluso había tratado de socavarlas. Aun así los generales Cavoli y Aguto sintieron que entendían su idiosincrasia; Al menos los escucharía y, a diferencia de algunos comandantes, apreciaba y solía confiar en la inteligencia que proporcionaban.

Para el general Zabrodskyi, sin embargo, la reorganización fue un golpe personal y una incógnita estratégica. Consideraba al general Zaluzhny un amigo y había renunciado a su escaño parlamentario para convertirse en su adjunto de planes y operaciones. (Pronto sería expulsado de ese trabajo, y de su papel en Wiesbaden. Cuando el general Aguto se enteró, llamó con una invitación permanente a su casa de playa en Carolina del Norte; Los generales podían salir a navegar. “Tal vez en mi próxima vida”, respondió el general Zabrodskyi).

Y el cambio de guardia se produjo en un momento particularmente incierto para “la sociedad”: azuzados por Trump, los republicanos del Congreso estaban reteniendo 61.000 millones de dólares en nueva ayuda militar. Durante la batalla de Melitopol, el comandante había insistido en usar drones para validar cada punto de interés. Ahora, con muchos menos cohetes y proyectiles, los comandantes a lo largo del frente adoptaron el mismo protocolo. Wiesbaden seguía produciendo puntos de interés, pero los ucranianos apenas los utilizaban.

“No necesitamos esto en este momento”, dijo el general Zabrodskyi a los estadounidenses.

Las líneas rojas seguían moviéndose.

Estaban los ATACMS, que llegaron en secreto a principios de la primavera, para que los rusos no se dieran cuenta de que Ucrania ahora podía atacar a través de Crimea.

Y estaban las pymes. Unos meses antes, al general Aguto se le había permitido enviar un pequeño equipo, una docena de oficiales, a Kiev, aliviando la prohibición de las botas estadounidenses en suelo ucraniano. Para no evocar recuerdos de los asesores militares estadounidenses enviados a Vietnam del Sur en el deslizamiento hacia una guerra a gran escala, se les conocería como “expertos en la materia”. Luego, después de la reorganización del liderazgo ucraniano, para generar confianza y coordinación, la administración triplicó con creces el número de oficiales en Kiev, a unas tres docenas; ahora podrían llamarse simplemente asesores, aunque seguirían confinados a la zona de Kiev.

Sin embargo, quizás la línea roja más dura fue la frontera rusa. Pronto esa línea también se volvería a trazar.

En abril, el atasco financiero finalmente se despejó, y 180 ATACMS más, docenas de vehículos blindados y 85.000 proyectiles de 155 milímetros comenzaron a llegar desde Polonia.

La inteligencia de la coalición, sin embargo, estaba detectando otro tipo de movimiento: componentes de una nueva formación rusa, el 44º Cuerpo de Ejército, que se dirigía hacia Belgorod, justo al norte de la frontera con Ucrania. Los rusos, viendo una ventana limitada mientras los ucranianos esperaban tener la ayuda estadounidense en la mano, se preparaban para abrir un nuevo frente en el norte de Ucrania.

Los ucranianos creían que los rusos esperaban llegar a una carretera principal que rodea Járkiv, lo que les permitiría bombardear la ciudad, la segunda más grande del país, con fuego de artillería, y amenazar la vida de más de un millón de personas.

La ofensiva rusa expuso una asimetría fundamental: los rusos podían apoyar a sus tropas con artillería desde el otro lado de la frontera; los ucranianos no podían disparar usando equipos o inteligencia estadounidenses.

Sin embargo, con el peligro llegó la oportunidad. Los rusos eran complacientes con la seguridad, creyendo que los estadounidenses nunca permitirían que los ucranianos dispararan contra Rusia. Unidades enteras y su equipo estaban desprotegidas, en gran parte indefensas, en campos abiertos.

Los ucranianos pidieron permiso para usar armas suministradas por Estados Unidos a través de la frontera. Es más, los generales Cavoli y Aguto propusieron que Wiesbaden ayudara a guiar esos ataques, como lo hizo en Ucrania y en Crimea, proporcionando puntos de interés y coordenadas de precisión.

La Casa Blanca todavía debatía estas cuestiones cuando, el 10 de mayo, los rusos atacaron.

Este fue el momento en que la administración Biden cambió las reglas del juego. Los generales Cavoli y Aguto tenían la tarea de crear una “caja de operaciones”, una zona en suelo ruso en la que los ucranianos podrían disparar armas suministradas por Estados Unidos y Wiesbaden podría apoyar sus ataques.

Al principio abogaron por una caja expansiva, para abarcar una amenaza concomitante: las bombas planeadoras —bombas rudimentarias de la era soviética transformadas en armas de precisión con alas y aletas— que estaban sembrando el terror en Járkiv. Una caja que se extendería unas 190 millas permitiría a los ucranianos usar sus nuevos ATACMS para golpear campos de bombas planeadoras y otros objetivos en el interior de Rusia. Pero Austin vio esto como un avance de la misión: no quería desviar ATACMS de Lunar Hail.

En su lugar, se instruyó a los generales para que elaboraran dos opciones: una que se extendiera unas 50 millas hacia el interior de Rusia, con el alcance estándar de los HIMARS, y otra que tuviera casi el doble de profundidad. En última instancia, en contra de la recomendación de los generales, Biden y sus asesores eligieron la opción más limitada, pero para proteger la ciudad de Sumy, así como Kharkiv, siguió la mayor parte de la frontera norte del país, abarcando un área casi tan grande como Nueva Jersey. La CIA también fue autorizada a enviar oficiales a la región de Járkov para ayudar a sus homólogos ucranianos con operaciones en el interior de la caja.

La caja se puso en marcha a finales de mayo. Los rusos fueron tomados desprevenidos: con los puntos de interés y las coordenadas de Wiesbaden, así como la propia inteligencia de los ucranianos, los ataques de HIMARS en la caja de operaciones ayudaron a defender Járkiv. Los rusos sufrieron algunas de las mayores bajas de la guerra. Lo impensable se había convertido en realidad. Estados Unidos estaba ahora involucrado en el asesinato de soldados rusos en suelo soberano ruso.

Verano de 2024:

Los ejércitos de Ucrania en el norte y el este se vieron peligrosamente limitados. Aun así, el general Syrsky seguía diciendo a los estadounidenses: “Necesito una victoria”.

Un presagio había llegado en marzo, cuando los estadounidenses descubrieron que la agencia de inteligencia militar de Ucrania, la HUR, estaba planeando furtivamente una operación terrestre en el suroeste de Rusia. El jefe de la estación de la CIA en Kiev se enfrentó al comandante de la HUR, el general Kyrylo Budanov: si cruzaba a Rusia, lo haría sin armas ni apoyo de inteligencia estadounidenses. Lo hizo, solo para ser obligado a retroceder.

En momentos como estos, los funcionarios de la administración Biden bromeaban amargamente diciendo que sabían más sobre lo que los rusos estaban planeando al espiarlos que sobre lo que estaban planeando sus socios ucranianos.

Para los ucranianos, sin embargo, “no pregunten, no digan” era “mejor que preguntar y parar”, explicó el teniente general Valeriy Kondratiuk, excomandante de la inteligencia militar ucraniana. Y agregó: “Somos aliados, pero tenemos objetivos diferentes. Nosotros protegemos a nuestro país, y ustedes protegen sus miedos fantasmas de la Guerra Fría”.

En agosto, en Wiesbaden, la gira del general Aguto llegaba a su fin. Se fue el día 9. El mismo día, los ucranianos dejaron caer una referencia críptica a algo que estaba sucediendo en el norte.

El 10 de agosto, el jefe de la estación de la CIA también se fue a trabajar en el cuartel general. En un agitado movimiento de mando, el general Syrsky hizo su movimiento: envió tropas a través de la frontera suroeste de Rusia, a la región de Kursk.

Para los estadounidenses, el desarrollo de la incursión fue una importante violación de confianza. No era solo que los ucranianos los hubieran vuelto a mantener en la oscuridad; habían cruzado en secreto una línea mutuamente acordada, llevando equipos suministrados por la coalición al territorio ruso abarcado por la caja de operaciones, en violación de las reglas establecidas cuando se creó. La caja se había establecido para evitar un desastre humanitario en Járkov, no para que los ucranianos pudieran aprovecharla para apoderarse de suelo ruso. “No fue casi un chantaje, fue un chantaje”, dijo un alto funcionario del Pentágono. Los estadounidenses podrían haber desconectado la caja de operaciones. Sin embargo, sabían que hacerlo “podría conducir a una catástrofe”: los soldados ucranianos en Kursk perecerían sin protección por los cohetes HIMARS y la inteligencia estadounidense.

Kursk, concluyeron los estadounidenses, era la victoria que Zelensky había estado insinuando todo el tiempo. También era una prueba de sus cálculos: todavía hablaba de una victoria total. Pero uno de los objetivos de la operación, explicó a los estadounidenses, era la influencia: capturar y mantener tierras rusas que pudieran intercambiarse por tierras ucranianas en futuras negociaciones.

Las operaciones provocativas, antes prohibidas, ahora estaban permitidas.

Antes de que el general Zabrodskyi fuera marginado, él y el general Aguto habían seleccionado los objetivos de la Operación Granizo Lunar. La campaña requirió un grado de apoyo que no se había visto desde los días del general Donahue. Los oficiales estadounidenses y británicos supervisarían prácticamente todos los aspectos de cada ataque, desde la determinación de las coordenadas hasta el cálculo de las trayectorias de vuelo de los misiles.

De los aproximadamente 100 objetivos en Crimea, el más codiciado era el puente del estrecho de Kerch, que une la península con el territorio continental ruso. Putin vio el puente como una poderosa prueba física de la conexión de Crimea con la madre patria. Derribar el símbolo del presidente ruso se había convertido, a su vez, en la obsesión del presidente ucraniano.

También había sido una línea roja estadounidense. En 2022, la administración Biden prohibió ayudar a los ucranianos a atacarlo; incluso los accesos en el lado de Crimea debían ser tratados como territorio soberano ruso. (Los servicios de inteligencia ucranianos intentaron atacarlo ellos mismos, causando algunos daños).

Pero después de que los socios acordaron el granizo lunar, la Casa Blanca autorizó al ejército y a la CIA a trabajar en secreto con los ucranianos y los británicos en un plan de ataque para derribar el puente: los ATACMS debilitarían los puntos vulnerables de la cubierta, mientras que los drones marítimos explotarían junto a sus puntales.

Pero mientras se preparaban los drones, los rusos endurecieron sus defensas alrededor de los postes.

Los ucranianos propusieron atacar solo con ATACMS. Los generales Cavoli y Aguto contraatacaron: el ATACMS por sí solo no serviría; los ucranianos deberían esperar hasta que los drones estén listos o suspender el ataque.

Al final, los estadounidenses se retiraron, y a mediados de agosto, con la renuente ayuda de Wiesbaden, los ucranianos dispararon una andanada de misiles antiaéreos contra el puente. No se vino abajo; el ataque dejó algunos “baches”, que los rusos repararon, se quejó un funcionario estadounidense, y agregó: “A veces necesitan intentar y fracasar para ver que tenemos razón”.

Dejando a un lado el episodio del puente de Kerch, la colaboración de Lunar Hail fue juzgada como un éxito significativo. Los buques de guerra, los aviones, los puestos de mando, los depósitos de armas y las instalaciones de mantenimiento rusos fueron destruidos o trasladados al continente para escapar del ataque.

ATACMS derribado
ATACMS norteamericano derribado por Rusia

Para la administración Biden, el fallido ataque de Kerch, junto con la escasez de ATACMS reforzó la importancia de ayudar a los ucranianos a utilizar su flota de drones de ataque de larga distancia. El principal desafío fue evadir las defensas aéreas rusas y localizar objetivos.

La política de larga data prohibió a la CIA proporcionar inteligencia sobre objetivos en suelo ruso. Por lo tanto, la administración permitiría que la CIA solicitara “variaciones”, excepciones que autoricen a la agencia de espionaje a apoyar ataques dentro de Rusia para lograr objetivos específicos.

Los servicios de inteligencia habían identificado un vasto depósito de municiones en la ciudad lacustre de Toropets, a unos 290 kilómetros al norte de la frontera con Ucrania, que proporcionaba armas a las fuerzas rusas en Járkov y Kursk. La administración aprobó la variación. Toropets sería una prueba de concepto.

Los oficiales de la CIA compartieron inteligencia sobre las municiones y vulnerabilidades del depósito, así como los sistemas de defensa rusos en el camino a Toropets. Calcularon cuántos aviones no tripulados requeriría la operación y trazaron sus tortuosas trayectorias de vuelo.

El 18 de septiembre, un gran enjambre de aviones no tripulados se estrelló contra el depósito de municiones. La explosión, tan poderosa como un pequeño terremoto, abrió un cráter del ancho de un campo de fútbol. Los videos mostraban inmensas bolas de llamas y columnas de humo que se elevaban sobre el lago.

Sin embargo, al igual que con la operación del puente de Kerch, la colaboración con aviones no tripulados apuntó a una disonancia estratégica.

Los estadounidenses argumentaron a favor de concentrar los ataques con aviones no tripulados en objetivos militares de importancia estratégica, el mismo tipo de argumento que habían esgrimido, infructuosamente, sobre centrarse en Melitopol durante la contraofensiva de 2023. Pero los ucranianos insistieron en atacar un menú más amplio de objetivos, incluidas instalaciones de petróleo y gas y sitios políticamente sensibles en Moscú y sus alrededores (aunque lo harían sin la ayuda de la CIA).

“La opinión pública rusa se va a volver contra Putin”, dijo Zelensky al secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, en Kiev en septiembre. “Te equivocas. Conocemos a los rusos”.

Austin y el general Cavoli viajaron a Kiev en octubre. Año tras año, la administración Biden había proporcionado a los ucranianos un arsenal de armamento cada vez más sofisticado, había cruzado muchas de sus líneas rojas. Aun así, el secretario de Defensa y el general estaban preocupados por el mensaje escrito en la situación de debilitamiento en el terreno.

Los rusos habían estado haciendo un progreso lento pero constante contra las mermadas fuerzas ucranianas en el este, hacia la ciudad de Pokrovsk, su “gran objetivo”. También estaban recuperando parte del territorio en Kursk. Sí, las bajas de los rusos se habían disparado, a entre 1.000 y 1.500 al día. Pero aun así seguían llegando.

Austin contaría más tarde cómo contempló este desajuste de mano de obra mientras miraba por la ventana de su SUV blindado que serpenteaba por las calles de Kiev. Le llamó la atención, dijo a sus asistentes, ver a tantos hombres de unos 20 años, casi ninguno de ellos en uniforme. En una nación en guerra, explicó, los hombres de esta edad suelen estar ausentes, en la lucha.

Este fue uno de los mensajes difíciles que los estadounidenses habían venido a entregar a Kiev, ya que expusieron lo que podían y no podían hacer por Ucrania en 2025.

Zelensky ya había dado un pequeño paso, reduciendo la edad de reclutamiento a 25 años. Aun así, los ucranianos no habían sido capaces de llenar las brigadas existentes, y mucho menos de construir otras nuevas

El Gral. norteamericano Austin presionó a Zelensky para que diera el paso más grande y audaz y comenzara a reclutar a jóvenes de 18 años. A lo que Zelensky respondió, según un funcionario que estaba presente: “¿Por qué reclutaría a más personas? No tenemos ningún equipo para dárselas”.

“Y sus generales están informando que sus unidades no tienen suficiente personal”, recordó el funcionario que Austin respondió. “No tienen suficientes soldados para el equipo que tienen”.

Ese fue el eterno enfrentamiento:

En opinión de los ucranianos, los estadounidenses no estaban dispuestos a hacer lo necesario para ayudarles a prevalecer. Para los estadounidenses, los ucranianos no estaban dispuestos a hacer lo necesario para ayudarse a sí mismos a prevalecer.

El general Baldwin, que desde el principio había ayudado de forma crucial a conectar a los comandantes de los socios, había visitado Kiev en septiembre de 2023. La contraofensiva se estancaba, las elecciones estadounidenses estaban en el horizonte y los ucranianos seguían preguntando por Afganistán.

Los ucranianos, recordó, estaban aterrorizados de que ellos también fueran abandonados. Seguían llamando para saber si Estados Unidos mantendría el rumbo, preguntando: “¿Qué pasará si los republicanos ganan el Congreso? ¿Qué va a pasar si gana el presidente Trump?’”.

Siempre les decía que se mantuvieran animados, dijo. Aun así, agregó, “tenía los dedos cruzados detrás de la espalda, porque realmente ya no sabía”.

Trump ganó, y el miedo se apoderó de él.

En sus últimas semanas, Biden hizo una serie de movimientos para mantener el rumbo, al menos por el momento, y apuntalar su proyecto en Ucrania.

Cruzó su última línea roja, expandiendo la caja de operaciones para permitir ataques ATACMS y Storm Shadow británicos en Rusia, después de que Corea del Norte enviara miles de tropas para ayudar a los rusos a desalojar a los ucranianos de Kursk. Uno de los primeros ataques apoyados por Estados Unidos tuvo como objetivo e hirió al comandante norcoreano, el coronel general Kim Yong Bok, mientras se reunía con sus homólogos rusos en un búnker de mando.

La administración también autorizó a Wiesbaden y a la CIA a apoyar ataques con misiles y aviones no tripulados de largo alcance en una sección del sur de Rusia utilizada como área de preparación para el asalto a Pokrovsk, y permitió que los asesores militares salieran de Kiev hacia puestos de mando más cercanos a los combates.

En diciembre, el general Donahue obtuvo su cuarta estrella y regresó a Wiesbaden como comandante del Ejército de los Estados Unidos en Europa y África. Había sido el último soldado estadounidense en abandonar el país tras la caótica caída de Kabul. Ahora tendría que navegar por el nuevo e incierto futuro de Ucrania.

Mucho había cambiado desde que el general Donahue se fue dos años antes. Pero cuando se trataba de la cruda cuestión del territorio, no había cambiado mucho. En el primer año de la guerra, con la ayuda de Wiesbaden, los ucranianos se habían apoderado de la ventaja, recuperando más de la mitad de las tierras perdidas tras la invasión de 2022. Ahora, estaban luchando por pequeñas franjas de terreno en el este (y en Kursk).

Uno de los principales objetivos del general Donahue en Wiesbaden, según un funcionario del Pentágono, sería fortalecer la hermandad y dar nueva vida a la máquina, para detener, tal vez incluso hacer retroceder, el avance ruso. (En las semanas que siguieron, con Wiesbaden proporcionando puntos de interés y coordenadas, la marcha rusa hacia Pokrovsk se ralentizaría, y en algunas áreas del este, los ucranianos lograrían avances. Pero en el suroeste de Rusia, a medida que la administración Trump reducía el apoyo, los ucranianos perderían la mayor parte de su moneda de cambio: Kursk.

A principios de enero, los generales Donahue y Cavoli visitaron Kiev para reunirse con el general Syrsky y asegurarse de que estaba de acuerdo con los planes para reponer las brigadas ucranianas y apuntalar sus líneas, dijo el funcionario del Pentágono. Desde allí, viajaron a la Base Aérea de Ramstein, donde se reunieron con Austin para lo que sería la última reunión de los jefes de defensa de la coalición antes de que todo cambiara.

Con las puertas cerradas a la prensa y al público, los homólogos de Austin lo aclamaron como el “padrino” y el “arquitecto” de “la sociedad” que, a pesar de toda su confianza rota y sus traiciones, había sostenido el desafío y la esperanza de los ucranianos, que comenzó en serio aquel día de primavera de 2022 cuando los generales Donahue y Zabrodskyi se reunieron por primera vez en Wiesbaden.

Austin es un hombre sólido y estoico, pero cuando devolvió los cumplidos, su voz se entrecortó.

“En lugar de decir adiós, permítanme decir gracias”, dijo, parpadeando para contener las lágrimas. Y luego agregó: “Les deseo todo el éxito, coraje y determinación. Señoras y señores, continúen”.

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